#TiFelisa como homenaje a la mujer rural (Noviembre 2020)

Pared del Frontón de Rabanales
Mural situado en la pared del Frontón de Rabanales.

   A mí me llaman la ti Felisa. Como tengo ya muchos años, a lo largo de mi vida he conocido muchas cosas, algunas buenas y otras no tanto. En todo este tiempo el mundo ha cambiado muchísimo. Por ejemplo, cuando yo nací, en Aliste no había agua corriente ni tampoco luz eléctrica. Íbamos a por agua a La Fuente y nos alumbraba un candil de petróleo. Así era la vida de antes.

En casa éramos muchos, así que desde rapaciña tuve que trabajar en casa y en el campo para ayudar a la familia a salir adelante. Y por eso mismo casi no pude ir a la escuela, aunque buena rancura me quedaba. Apenas aprendí a leer y a escribir.

Y es que en Aliste las mujeres hemos trabajado tanto o más que los hombres. Nosotras éramos las que masábamos, tal y como nos enseñaron nuestras madres, porque el pan se hacía en el horno de casa. También éramos las que hacíamos la comida, las que lavábamos la ropa en los lavaderos del Pozo Bajo… Así era la costumbre. Pero al mismo tiempo hacíamos otras geras que también hacían los hombres: íbamos con el ganao, de pastoras, segábamos, acarriábamos… ¡qué sé yo! ¡hacíamos de tou!

Ayudábamos a nuestros padres hasta que formábamos nuestra propia familia. Antes se trabajaba mucho. Pero aún con las necesidades que pasamos, éramos felices a nuestra manera y vivíamos con mucha alegría. Cantábamos y reíamos a la menor ocasión. Pero el que mandaba en casa siempre era el hombre. No se podía ni encetar la huguaza sin su permiso. Eran otros tiempos.

También la gente era más religiosa. Había muchas celebraciones en Rabanales, como las Candelas y San Blas o la Virgen de las Nieves y el Salvador. El día Viernes Santo, por ejemplo, se hacía (todavía se hace) el vía crucis hasta el Calvario de las Ericas y al terminar se volvía a la Iglesia.

En el pueblo además había una feria muy importante, se le decía “el quince” porque se hacía el día quince de cada mes en la Plaza de la Feria. Venía gente de todos los pueblos y allí se compraban y se vendían jatos, ovejas, burreisos…y también otros productos. Venían las pulperas… había mucho jaleo. ¡Qué tiempos!

Ahora todo eso ha cambiado, pero a la gente de mi edad nos da pena que la juventud no sepa por lo que pasamos y lo que costó llegar hasta aquí. Ojalá algún día se valore el esfuerzo y el trabajo que tuvieron que realizar todas las mujeres de Aliste…

El mural se ha creado como homenaje a la mujer rural alistana, formado por la superposición de varias imágenes de mujeres típicas, crea una perspectiva singular. De esta manera, el mural visto desde el margen izquierdo muestra una señora algo desconfiada y un tono un poco serio, pero una vez que vamos girando a la derecha toma una perspectiva más sonriente, al igual que la mujer alistana que de primera impresión es desconfiada, pero resultan ser muy acogedoras y tiernas.